lunes, 15 de agosto de 2011

15/08/2011 TEOTIHUACAN


Hoy es lunes, y como ya dije en la primera entrada de este blog, es un día difícil… pero esta vez es un día difícil por haber estado todo el fin de semana sin parar de empaparnos (nunca mejor dicho, pues no paró de llover) de la cultura mexicana.

El fin de semana empezaba pronto: a las seis de la tarde quedábamos en la estación de metro Copilco un grupo de españoles (de Pamplona, Madrid, Valencia) y una chilena que nos hemos apapachado (palabra típica de aquí). Nuestro destino era una fiesta privada. Allí eran todos alumnos de la UNAM, había seguridad y muy buen ambiente. A la entrada te daban una pulserita rosa por 30 pesos (1,80 euros), y dentro la chela (1 litro de cerveza) valía 40 pesos (2,40 euros). Lo pasamos en grande, los mexicanos son simpáticos, cercanos y bailan salsa constantemente, por lo que debemos aprender pronto si queremos seguir saliendo de fiesta. A las 02:00 apagaron la música y encendieron las luces, era hora de agarrar un taxi y volver a casa. En México tienen costumbre de terminar la fiesta a esta hora, cuando en España aún no habría empezado.
El sábado estuvimos descansando hasta la hora de la comer. Fui al Walmart (un centro comercial ─tipo carrefour─ que abre todos los días hasta las 23:00 horas) y a la lavandería (también dentro de este espacio). Por 32 pesos (1,92 euros) te lavan hasta 5 kgs. de ropa (una lavadora). Secarla vale 10 pesos cinco minutos, pero yo siempre la llevo hasta la azotea de mi departamento, pues con tantas revoluciones sale casi seca. Por la noche tomamos un pesero en Copilco hasta Coyoacán (la Delegación a la que pertenece la UNAM). Es como el centro de la provincia, alrededor de la catedral hay multitud de restaurantes, bares y antros (especie de discotecas o pubs). Cenamos en un lugar típico mexicano: nachos con guacamole, queso fresco y otras muchas salsas que desconocía pero que recordaré siempre por su picor; quesadilla de chistorra y tacos de bistec con tocino (lo más parecido al jamón serrano que se encuentra por acá). Regresamos al departamento andando, pues Coyoacán está muy cerca de Copilco y las calles son muy tranquilas. Unos enormes árboles (que rompen las aceras con sus raíces) se ensalzan a cada lado de la calzada.

A las 10:00 horas del domingo agarrábamos un autobús con destino a Teotihuacan: una antigua ciudad, que no pertenece a los mayas, aunque mucha gente (entre ellos yo) lo creyera. El tráfico, a pesar de ser festivo, seguía siendo horroroso, estuvimos más de media hora yendo a no más de 20 km/h. Tardamos hora y media, pero valía la pena. El autobús nos dejó enfrente de la mal llamada pirámide del Sol. La entrada este día es gratuita para mexicanos, y para estudiantes siempre que presentes la credencial, o en nuestro caso la carta de aceptación (pues la credencial aún no la tenemos). Contratamos un guía acreditado (Roberto se llamaba) por 360 pesos (21,60 euros). Nos pedía 500, pero conseguimos regatearle a ese precio. No obstante, como nos explicó todo tan bien, al final le pagamos 450 pesos (50 por cada uno de los nueve que íbamos). La ciudad de Teotihuacan data del año 300 a. C. al 750 d. C. La civilización que habitaba aquella joya arquitectónica era llamada teotihuacana, y no mayas ni aztecas, como comúnmente se piensa. Tristemente, estos genios tuvieron que abandonar este territorio por la sobrexplotación de los recursos naturales: llegó un momento en que el agua, la comida y las infraestructuras no eran suficientes para tan gran número de habitantes. Un ingente número de zonas todavía están enterradas. Solo hay al descubierto dos bases piramidales (la mal llamada del Sol y de la Luna) y una larguísima calzada (también mal llamada de los muertos). Un (también mal llamado) arqueólogo de nombre Leopoldo Batres fue el encargado en 1910 (con el centenario de la Revolución mexicana siendo gobernante Porfirio Díaz) de sacar a la luz la ciudad cubierta por vegetación y tierra. Este no tuvo otra idea para agilizar el proceso que dinamitar todo lo que encontraba a su paso, por lo que destruyó gran parte de las bases piramidales, y no pirámides, pues no terminan en punta, como las de Egipto, sino que se encumbran con un templo a los dioses del agua y la lluvia. Los teotihuacanos rendían especial culto a los dioses de todo lo relacionado con la naturaleza: fauna, flora y fenómenos atmosféricos. Una de las cosas que más me llamó la atención de esta visita fue el eco que surgía en forma de graznido al aplaudir o hacer un fuerte sonido frente a la base piramidal. El guía nos enseñó que esto se debía a un meticuloso estudio arquitectónico y sonoro que tenía como objetivo facilitar las llamadas de los gobernantes al resto de la población. Después de subir las dos enormes bases piramidales, con sus correspondientes inclinados y altos escalones, fuimos a comer a una cantina, aprovechando que empezaba a llover a cántaros.

Les dejo una foto de tal hermosura (ahora que ya estoy empezando a familiarizarme con el blog). Parece que la haya descargado de internet o se trata de una maqueta, pero les aseguro que la tomé con el móvil y es 100% auténtica.

13/08/2011 LOCURA EN MÉXICO DF


Siento la tardanza en retomar el blog, pero este país es de locos. Llevo diez días en la capital de México y por primera vez tengo tiempo para escribir algo.

Al llegar al Aeropuerto Internacional Bénito Juárez de México DF el día 4 de agosto a las 06:00 horas mexicana, después de haber salido de Madrid a las 06:40 del día 3 (más de 30 horas de viaje si contamos con las 7 horas de menos que hay en México), nos esperaba un amigo que conocimos por vía internet antes de salir de España. Este se portó de maravilla. Nos trasladó del aeropuerto al hotel en su coche. La distancia entre ambos puntos no superaría los 10 km., sin embargo, el denso tráfico que nos daba la bienvenida hizo que tardáramos casi una hora. Es horroroso circular en coche por las calles de Distrito Federal. Es tal la cantidad de autos, taxis, camiones (que es a lo que en España llaman autobús), peseros (que son una especie de furgón que hace algunas veces de taxi) y un sinfín de vehículos que los chilangos (dícese de todo aquel que vive o está en México DF) utilizan para desplazarse, que tardas horas en llegar a tu destino. Eso siempre que no sea hora punta (07:00 y 17:00), pues sencillamente no llegas.
Mientras veía amanecer en aquellas primeras horas en México, pude ya sentir el aroma cercano, intercultural y alegre de cada uno de los recovecos de la ciudad. Desde el primer momento me cercioré de la división social de su población; por un lado estaban los edificios más señoriales: la clase alta; y por otro las calles mal asfaltadas, el paupérrimo alumbrado y el deficiente sistema de alcantarillado: la clase más baja. Es decir, la clase media no existía en este país; y si alguien de tal condición llegaba, enseguida adoptaba una de ambas escalas, normalmente la segunda.
El vuelo de Los Ángeles a México fue el peor. Una tormenta eléctrica nos acompañó todo el tiempo. Las luces del avión estaban apagadas, pues era de madrugada y los pasajeros hacían lo posible por descansar; sin embargo, cada pocos segundos un flash endiablado iluminaba el pasillo central de la aeronave. Además, los constantes truenos hacían tambalearlo todo. Por mi parte, hubo algunos momentos de nerviosismo pues no estoy acostumbrado a viajar en avión y mucho menos en tales condiciones; no obstante, ver que el resto de tripulantes dormitaba como si nada me tranquilazaba.
Como estuvo lloviendo toda la noche (era época de lluvias por la zona), al atravesar las enormes cuadras (manzanas) vimos todo mojado. Me llamó la atención la cantidad de vendedores ambulantes de los semáforos; en cada uno de ellos, incluso en los que estaban en verde, los más desfavorecidos vendían tabaco, pañuelos de papel, plumas (bolígrafos), periódicos, manzanas… e incluso una mujer daba el pecho a su recién nacido mientras hacía malabares. La pobreza inundaba todas las esquinas: limpiabotas, mendigos, puestos de tacos (torta de maíz con carne), etc. Viendo todo aquello, cuando llegamos al Hotel Roosevelt (en Avenida Insurgentes una de las más largas e importantes) ya teníamos una idea de lo que nos esperaba en aquellos 4 meses y medio.
Afortunadamente solo estuvimos tres noches en aquel hotel, y no digo afortunadamente porque estuviéramos mal, sino que valía 600 pesos la noche (36 euros), y estando en México era un poco caro. Después de pasar tres días buscando un departamento (piso) que rentar (alquilar) como ven, México y España parece que no hablen el mismo idioma conseguí una recámara (habitación) en Avenida Universidad nº 1900, en la colonia Copilco, a 15 minutos caminando de la UNAM. Como veníamos muchos españoles juntos, intentamos buscar algo para todos, pero después de ver que todo eran habitaciones individuales (fruto de la cercana fecha del inicio de las clases), decidimos separarnos en departamentos distintos, lo más cerca posible. Antes de entrar en el departamento hicimos noche en el Hostal Cenote Azul (170 pesos la noche algo más de diez euros) con otros españoles (de Pamplona), holandeses y mexicanos. Es un sitio muy agradable y acogedor, está al ladito de la UNAM y cuenta (entre semana) con servicio de bar.
A la mañana siguiente empezaban las clases, y felizmente ya tenía departamento. Me he apuntado a Francés por 2 pesos (18 céntimos). Voy de lunes a viernes de 11:30 a 13:00 al segundo piso del CELE (Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras) con 29 alumnos más. Las clases son muy amenas y estoy aprendiendo la difícil pronunciación de este idioma. También me he inscrito a un curso gratuito del nivel básico de inglés; son dos horas al día (de 14:00 a 16:00) de lunes a viernes en la Facultad de Filosofía y Letras.